miércoles, 12 de agosto de 2009

Mis hijos

Hace unos meses tuve un accidente, se me cayó una puerta de seguridad de un restaurante en la cabeza. Suena cómico, pero no lo es. El canto de acero me abrió una brecha y su peso cayendo a plomo sobre mi me ha contracturado la espalda y ha rectificado mi columna. Mi vida ha cambiado desde entonces.

Cuando esa puerta se vino abajo, mis niños estaban a mi lado, pero la buena suerte que rodea a tantas desgracias hizo que no les pasara nada. Ellos cuentan la historia como si fueran héroes y eso me hace mirarles con una sonrisa: “¡mamá!”, me dicen, “¡salimos corriendo de debajo de la puerta y nos pusimos donde los helados! ¿a que fuimos valientes, mamá?”.

Y lo fueron, claro que lo fueron. No se asustaron ni cuando me vieron la sangre por la cara, sólo me decían: “nosotros te cuidaremos para que se te pase la pupa, mamá”. Pasaban sus manitas por el collarín y me daban un beso tierno para que no me doliera porque dicen que así se les pasan los males a ellos.

Me siento culpable. Este golpe me ha cambiado. Estoy irascible y cada pequeña cosa a la que me enfrento se me hace un gran muro que me cuesta esquivar. Me pongo a llorar.

He luchado mucho a lo largo de mi vida. Hace dos años, cuando mi familia se rompió, no hubiera salido adelante si no llegan a estar mis peques a mi lado. Por ellos me levantaba cada mañana, por ellos sonreía aunque no tuviera ganas, por ellos jugaba, corría, saltaba y los llevaba a todas partes para hacerles olvidar que habíamos dejado de ser cuatro. Por eso me siento tan culpable, porque ahora me cuesta llevar la vida a la que les tenía acostumbrados. Y, sin embargo, ellos no han dejado de sonreir, quieren que juegue con ellos, me animan a pintar, me enseñan sus pequeños avances en la vida cotidiana con la ilusión infantil y el orgullo de hacerse mayores. Yo no puedo patinar con ellos, no puedo correr porque siempre están los dolores molestándonos, pero ellos han sabido recordarme lo que sin darme cuenta yo misma les había enseñado hace dos años, que juntos sacamos las fuerzas para seguir adelante, amoldándonos a las circunstancias.

Salgo con un chico más joven que yo. Esta tarde me ha dicho “eres increíble, tienes más ganas de vivir que yo”, y yo no sé si es verdad eso, lo que sí sé es que tengo muchas ganas de vivir, me siento joven y veo que en cualquier momento la vida te da un golpe del que puedes no volver a levantarte. Ahora me rijo por un dicho, “día que pasa no vuelve”. Yo no quiero perder ni un solo día y eso se lo debo a mis hijos.


lunes, 10 de noviembre de 2008

Carta a un amor imposible

Hola,

¿cómo empezar esta carta si no sé ni cómo llamarte? Tengo tanto que decirte ...y no sé cómo hacerlo. Así me he decidido a escribirte, aunque sé que nunca te enviaré mi escrito.
Sí, tengo que decirte que ya lo has conseguido, sin darte cuenta, pero yo ya sólo sueño contigo.
Tu imagen me quema, con tu voz tiemblo, si estás a mi lado, te deseo.
Tus ojos me turban, sólo quiero poder verlos. En su azabache oscuridad sólo veo profundidad y me sumerjo en tu mirada porque en ella puedo flotar.
No lo entiendo. Cautivada, hechizada, seducida, es que te quiero.

Las nubes lloran hoy de felicidad por mí al ver mi cara iluminarse pensando en ti aunque este agua que golpea contra el transparente cristal que nos separa no apaga la llama encendida.
Imagino tus manos buscando las mías, acaricio tus brazos y llego hasta tu barbilla, por ver tus labios entreabiertos oigo música. Con el calor de tus besos florecen los almendros. Mis dedos bailan entre tus rizos, tu respiración en mi oído, quisiera perderme para siempre contigo.

Pero abro los ojos y mi sueño se desvanece. La música se convierte en lamento, la lluvia, en tormenta y río. En mis manos vacías sólo queda tu olvido.
Te odio. Los pájaros callan, los almendros están marchitos.
No preguntas por qué, pero yo te lo digo, te odio, te odio y te odio, sólo porque te quiero, amor mío.

Quizá debiera olvidarte, pero me abandono a este sentimiento que dentro de mí crece y crece, está demasiado vivo.
Sé que tú nunca vendrás conmigo.
Y no puedo, me rindo.

Hasta siempre, no te olvido.



martes, 21 de octubre de 2008

Amigo


Cuando una voz amiga pregunta si tienes problemas y te echas a llorar sin más, es cuando te das cuenta de que, a lo que creías que considerabas absurdo, le estás dando más importancia de la que deberías.

El día está gris y en el aire flota el aroma de la codiciada rutina, eso me gusta, pero algo me falta hoy, un abrazo. Un simple abrazo de un amigo.
Y digo bien amigo, que no amiga. Después de tanto caminar, distingo entre varios tipos de relaciones hombre-mujer, la pareja, el amante y el amigo, con todas las combinaciones posibles entre ellas. Pero yo hoy solo quiero al amigo, ese que me recoge en sus brazos dando seguridad y volumen a mi pequeñez.
Me siento sola y solo quiero que, asiéndome con fuerza, me diga que no lo estoy. Él entiende que es difícil esta vida y cuando con su comprensión sonríe, me da las fuerzas que me faltan hoy.
Sólo él me dice que estoy guapa sin buscar un rato de cama. Escondida en su abrazo le hablaría de todas las palabras que me hieren a diario como cristales en el pie descalzo. Sólo en su abrazo generoso le hablaría del egoísmo que nos rodea.

Saco mi violín que hoy suena melancólico en su canto asordinado. También busca tu abrazo, ¿dónde estás amigo mío? Ven esta noche conmigo. Solo siento frío.

martes, 9 de septiembre de 2008

En un pueblo de Zaragoza...

9 de Septiembre, 25ºC y llueve. El verano acaba y me abrazo a la rutina del día a día.
Hace pocos meses, cuando esta misma rutina le resultaba insoportable a una mujer que ya no existe, sin más ocurrió algo que les contaba a unos pocos amigos en una carta.
Esta es la historia.


En un pueblo de Zaragoza...

El humo de un cigarro nublaba su mirada. El pulso tembloroso le recordaba el mal trago y, sentada en la cocina, solo escuchaba el silencio.
De pronto, como un relámpago lejano que ilumina el horizonte de una noche cerrada un gran interrogante en forma de por qué se hizo dueño de toda su mente, pero esta vez no tuvo que ahogar un sollozo. Se había repetido tantas veces que hay preguntas que es mejor no hacerse que ya sabía de sobra que hay preguntas que no tienen respuesta.

Sin darse cuenta se encontró en la calle y, por primera vez, vió lo que le rodeaba: su vida.
Echó a andar por aquella calle llena de arena y piedras en la que apenas había aparcados tres coches y al subir las escaleras que daban a la calle de arriba y doblar la esquina, el olor a pimientos asados que salía de una bajera le recordó que aún no había comido.
Caminaba sin rumbo por entre las casas bajas que, con sus ventanas llenas de flores, daban color al final de la mañana. Un pequeño saltamontes se cruzó en su camino, y detrás de él, un atigrado cachorro de gato callejero saltaba sin cesar intentando cogerlo.

Fue entonces cuando se dió cuenta de que estaba sonriendo. La ansiedad que minutos antes encogía su estómago era apenas un recuerdo y un profundo suspiro escapó entre sus labios.
Era feliz. Nunca pensó que lejos del bullicio y la familia pudiera serlo, pero asi era.

En aquél pueblo de gentes amables, tranquilas y nobles, de calles estrechas y cuestas imperdonables, el soplido del cierzo en su oido le trajo unas palabras: la felicidad está en las pequeñas cosas, solo hay que saber apreciarlas.


Volviendo a sentirse joven se dió la vuelta y regresó a casa pensando en lo que había aprendido en ese momento y cuando entró en la cocina con toda una vida por delante y recostó la cabeza en su brazo sobre la mesa, por fin, durmió.

martes, 15 de julio de 2008

Si pudiera parar el tiempo

Si pudiera parar el tiempo...
lo haría en esa noche que llegaste a mi.
El deseo y el miedo caminaban juntos
dándose la mano por primera vez.

La mentira me asusta,
la verdad más,
la incertidumbre me inquieta
y la indecisión es mi dueña.

Esas dudas, aliadas del miedo,
grandes sombras que me paralizan,
desaparecen con tu recuerdo,
noche de luna llena.

Dilatada pupila celeste,
solitaria descansas en tu halo algodonoso
despertando pasiones
tiempo atrás olvidadas.

Como tú, aquí me encuentro,
fría, pálida, sola...
y enamorada de un astro
cuyo paso no alcanzo.

Mírame luna,
en tu fuerza está mi fuerza,
por tu brillo, suspiro,
esperanza de un ciclo que se puede cerrar.

En tu despertar tráeme su alegría,
devuélveme a la luz de aquella noche
para que el miedo y el deseo
me vuelvan a tender su mano.

En tu descanso llévate mi pena,
devuélveme a la luz de un día
en que sólo sonría,
y por mi risa... él viva.

lunes, 7 de julio de 2008



A la orilla del mar al caer la noche los reflejos de las luces del puerto en el agua parecen pequeñas barcas a la deriva.

En su pensamiento, viajan juntos en una de ellas balanceándose sin rumbo en un infinito mar en calma.

Tiempo... el azar les ha unido... el destino les separará, y mientras cuatro pececillos de colores juegan a su alrededor, se miran fijamente viendo en la mirada del otro el puerto donde atracar.



sábado, 31 de mayo de 2008

A ti.

Es madrugada. Una vez más me siento en el sofá con el insomnio a mis pies, compañero inseparable.
Dos hielos en forma de estrella campanillean en mi vaso. Me sirvo un generoso Chivas, cierro los ojos y pienso en ti.
Sé que no eres real, no sé si algún día lo fuiste, yo te soñé despierta.


Ayer era septiembre, hoy ya ha pasado febrero entre días llenos de tu ausencia.
Febrero…mes de enamorados.
A ti, hombre, sueño, te debo el que todos los meses sean febrero. A ti te voy a dedicar este febrero.
Me recuesto entre los cojines de plumas, hoy te estoy echando de menos.


Necesito tu abrazo, tener tu sonrisa en mis dedos, oir tu latido al acercarme a tu pecho, necesito que acaricies mi pelo.
Quiero tocar tu cuello, quiero oler tu piel, quiero que me mires, quiero que me beses.
Quiero no decir nada, quiero no tener miedo, quiero decirlo todo, quiero gritar tu nombre... quiero susurrarte un "te quiero".